domingo, 18 de abril de 2010

AFRODISÍACO






El almizcle seguramente es el punto máximo de tensión en perfumería. Por un lado, es un olor sucio, sexual, incluso fecal; por el otro, es la propia esencia de la limpieza, polvos y sábanas frescas. Es una nota esencial en perfumería, por su carnalidad tridimensional y la tenacidad que da a las composiciones; pero como compuesto, parece estar bajo algún hechizo malvado. Si es natural, conlleva la muerte de los animales que lo producen. En sus formas sintéticas, ha demostrado ser fotosensible e incluso neurotóxico (los nitro-almizcles), y se sospecha que causa graves daños por acumulación en el cuerpo y en el ambiente (los almizcles policíclicos).


Es una nota sagrada, incorporada al mortero de algunas mezquitas para exhalar su suave olor.
Es una nota maldita, y en el siglo IV uno de los doctores de la Iglesia, San Jerónimo, advierte a las mujeres cristianas que no imiten a las mujeres paganas que llevan "almizcle de ratón" (que se cree una identificación errónea de la bolsa recogida del ciervo almizclero).


Sin embargo, los orientales estuvieron locos por el almizcle durante siglos. Los olores fuertes o animales no se llevaban solo como adorno: se pensaba que formaban un escudo protector contra el miasma pútrido que traía enfermedades, según las creencias médicas de aquella época.


Pero en algún momento a mediados del siglo XVIII, las sustancias animales como el almizcle, el civet y el ambar gris se incluyeron en el anatema médico contra sustancias pútridas: el olor del almizcle fue comparado al del estiércol o incluso a excrementos humanos fermentados. Su fuerte olor se decía que desestabilizaba "nuestros nervios más delicados", según la Enciclopedia de filósofos franceses de 1765. Llevar esencias animales se convirtió en un signo de gustos depravados y de dudosa higiene. Con el auge de los valores burgueses, cualquier perfume era sospechoso de inmoralidad, según explica el historiador Alain Corbin en su inmenso ensayo "The Foul and the fragant": "Se desvanece, volatiliza, es el símbolo de la destrucción. Lo efímero no puede acumularse. La pérdida es irreparable (...). Doblemente inmoral, sería preferible que perdiera sus referencias animales y que desaparecieran sus provocativas alusiones al instinto de reproducción, junto al almizcle":

Influída por Jean-Jacques Rousseau, la nueva sensibilidad persigue la comunión con la Naturaleza; se rechaza el deliberado artificio de las fragancias picantes más antiguas. Solo los viejos libertinos y las cortesanas apestaban a almizcle. En el "Tratado de los Olores" de 1777, Dejean sentencia: "para ajutarse al gusto de hoy en día, se debe suprimir totalmente el almizcle y solo añadir unas cuantas gotas de quintaesencia de ambar gris".


Los olores vegetales y delicados se prefieren a esos que recuerdan a secreciones físicas o a funciones fecales. El olor, explica Corbin, se rechaza como atracción sexual. Ahora debe disfrazarse: "No ha habido antes una mayor revolución en la historia de la prostitución".
A pesar de volver a ponerse de moda brevemente tras la Revolución Francesa - los jóvenes monárquicos muscadinos se bañaban en él-, el almizcle es acusado de causar histeria en el siglo XIX. Se utiliza, junto al sándalo y la vainilla, para tratar el sopor sexual en las mujeres, según el sexólogo Havelock Ellis (1859-1936).

Sin embargo, el almizcle no desapareció de los laboratorios de perfumista, y el siglo XIX, obsesionado con el sexo, lo esconde en sus fragancias al igual que los caballeros burgueses escondían a sus amantes. En su tratado de 1857 "El Arte de la Perfumería", Septimus Piesse dice con algo de ironía: "Es una moda actual que la gente diga que no le gusta el almizcle, pero en cambio, tras nuestra amplia experiencia en una de las más grandes perfumerías de Europa, somos de la opinión de que el gusto público por el almizcle es tan grande como todo perfumista desearía. Las composiciones que lo contienen siempre son las preferidas, las más vendidas, mientras que el vendedor tenga cuidado de asegurar al cliente que no llevan almizcle".
Muchas de las recetas para productos de higiene contienen almizcle. En 1900, según el historiador del perfume Annick Le Guérer, los perfumistas prestigiosos como "Houbigant, Lubin, Gellé Frères, ofrecen muchos artículos como jabones que contienen algo de almizcle, preparado con muchos meses de antelación".

Es entonces cuando la percepción pública del almizcle da un giro de 180 grados, para convertirse, como escribe el perfumista Jean-Claude Ellena, en "la señal olfativa de la limpieza". Prohibitivamente caro, el almizcle natural que se utilizaba en perfumería hasta 1970 fue gradualmente reemplazado desde finales del siglo XIX hacia adelante por diferentes tipos de almizcle sintético. Los almizcles policíclicos se descubrieron en los años 50: no son biosolubles en agua y se usan mucho en detergentes así como en productos para el baño.

Moléculas con nombres de ciencia ficción -Galoxolide, Tonalide, Habanolide, Helvetolide - ahora reemplazan los nitro-almizcles descubiertos por Baur en 1888-91, prohibidos en países desarrollados a causa de la fotosensibilidad y las propiedades neurotóxicas (el carísimo almizcle ambrette sin embargo se utiliza todavía en la India).

Ampliamente usado en perfumería funcional, los almizcles policíclicos también se han abierto camino en la alta perfumería:

- el superventas Trésor de Lancôme compuesto por Sophia Grosjman se dice que contiene un 21% de Galaxolide.
- Glow de Jennifer López se rumorea que tiene un 50% de puro Habanolide.
- Según Luca Turin, Le Mâle de Jean-Paul Gaultier no tiene prácticamente nada más que almizcles sintéticos.
- Narciso Rodriguez for Her de Francis Kurkdjian ha interpretado brillantemente el halo de inocencia de esos almizcles artificiales asociándolos con una nota de azahar que es igualmente sintético e inocente.

Los "almizcles blancos" se han utilizado tanto en detergentes y durante tanto tiempo, que se han convertido en un sinónimo de olor a limpio. Sin embargo, juegan un doble juego. Al mezclarlo con las exhalaciones de un cuerpo limpio y desodorizado, también evocan lo carnal. Negar nuestra naturaleza animal y reemplazar su olor con una etiqueta de higiene impecable expresa el deseo de seducir, y de esa forma, el cuerpo se presta a los juegos del deseo.

No obstante, la perfumería no ha rechazado completamente el atractivo de los sucios almizcles de edades antiguas, como descubriremos en el siguiente episodio."

Referencias:

Alain Corbin, "The Foul and the Fragant"
Annick Le Guérer, "Le Parfum des origines à nos jours"
Luca Turin, "The Secret of Scent"
Septimus Piesse, "The Art of Perfumery"
Havelock Ellis, "Sexual Selection in Man"

(Grain de musc, 8 de mayo de 2008)

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