lunes, 8 de junio de 2009

EL ENGAÑO


Hay temas como lo es el engaño que se evitan hablar socialmente, o sólo se hablan cuando ha explotado el escándalo, o simplemente cuando un oído amigo o terapéutico está dispuesto a escuchar.
En el caso de que alguien escriba sobre él, es un tema que brota de las vísceras; tan es así, que una revista literaria presenta unos apuntes inéditos de un escritor salvadoreño, de quién transcribo algunas de sus frases que merecen ser leídas detenidamente:

-La mujer que amo me traiciona. Mi corazón se retuerce. Quisiera repudiarla, pero no puedo. Estoy envejeciendo...

-“Deje ya de hacerse siempre la víctima”, me recrimina ella. Y yo pregunto: ¿qué quedaría de mí si dejara de hacerme la víctima?

-Saber que ella ya me cambió por otro, que sus promesas son vanas, que es cuestión de tiempo. Saber y esperar a que llegue el momento.

-La dulce y tierna cara de la mentira; el ardor de su aliento. Qué empalago...

-No quiero amarla: quiero controlarla, aplastarla, quitarle su voluntad, esclavizarla.

-Soy yo quien la persigue, el débil, quien la necesita para alimentar mi imaginación morbosa.

-Mi derrota es su libertad; su felicidad, mi tormento.

-Y pensar que quizás ella ha sido nada más la cuerda que yo requería para bajar a ese pozo.

-Ella dice que el chico sólo le gusta, que nada pasará, que no dará rienda suelta a su capricho. Pero su cuerpo se encrespa, reniega, exige que esa carne le sea servida.

-Ella se defiende: aún no se ha acostado con él. Pienso: a veces la intención duele tanto como el hecho.

-La veo plena, expansiva, cariñosa, florecida. Sé que es por el otro.

-Cabalga sobre mí. Y segundos antes del climax, gime que quiere correrse sobre él, empaparlo.

-Algo se quebró muy dentro de mí. Aún no sé qué es. Temo descubrirlo.

-Yo soy el pasado, la ruta gastada; el otro es el futuro, la sorpresa, el entusiasmo ¿Tiene sentido pelearla?

-Qué placer más morboso alargar la agonía...

-Ser poseído por el otro a medida que la posee a ella. Experiencia desgastante, aniquiladora.

-Siento que al despegarse de mí se lleva adheridos pedazos de mi carne viva

-Herido maltrecho, huyo de ella como de mi peor demonio.

-Tendría que exterminar esta pasión como a una rata rabiosa que me roe el pecho.

-La amé tanto que buscó a otro.

-Invité al enemigo a la habitación, lo animé a quedarse. Ahora lamento tener que irme.
-Su ausencia la herida gangrenosa que supura en el pecho.
Horacio Castellanos Moya

La nota no aporta ningún comentario más, como si el autor de la selección supiese que el lector ha quedado suspendido en el aire, reteniendo el aliento, mirando honduras.
¿Quién no ha vivido o fantaseado alguna de estas experiencias? En carne propia o por conocimiento vicario, todos sabemos cuál es la herida que procura el engaño.
Quien ejerce como terapeuta conoce muy bien esa figura que se retuerce en el sillón, imagen del desconcierto al borde del abismo entre la aceptación y la incredulidad.
La persona que se entera o confirma que es “engañada”, entra en estado de shock. No importa si sobre lo que se informa fue buscado ex profeso por sospecha anterior, o lo encuentra por azar. Lo cierto es que entra en un estado de total confusión.
¿Cómo se explica esto? La mente humana vive en un constante vaivén entre la desorganización provocada por las nuevas experiencias y la reorganización una vez que puede incorporarla. Esta situación de equilibrio-desequilibrio-nuevo equilibrio es totalmente funcional y esto siempre ocurre en una dirección, como es la búsqueda de sentido personal (“ésta soy yo o así soy yo”). En la circunstancia del engaño, lo que la persona ha perdido, en principio, temporalmente es el sentido de sí misma en relación a un otro. Lo que le da su carácter excepcional es que ese otro/a, es su ser más significativo, con esto no estoy diciendo que sea el más amado, sino el que ocupa el lugar de testigo privilegiado para la referencia personal como es la pareja.
Entonces vemos que los diferentes elementos que se juegan son: en primer lugar “los hechos” que atestiguan el engaño, eso inmediatamente remite a preguntarse: ¿quién es el otro?, y si el otro no es quién yo creía que era, quién soy yo para él; porque el engaño no es solamente sobre la naturaleza de los hechos sino sobre la identidad o supuesta identidad de las partes. Y por último, la cuestión sobre la relación de amor en sí misma.
Respecto de esto último, podemos decir que las personas tienen relación entre sí cuando hay una idea común entre ellas, es decir, tienen conexión no sólo por la experiencia de la emoción que los une, sino también, sobre las ideas alrededor de ese sentimiento que los une. Y en ese sentido, parece que entre las características del amor encontramos, las siguientes:
Intensidad: el otro es mi todo, el que puede darme todas las respuestas sobre mí.
Exclusividad: en occidente, como regla general, la idea de relación de pareja se da dentro de los parámetros de la monogamia, y la exclusividad –al menos- se presupone a partir de que las instituciones la imponen como algo deseable.
Unicidad: se encuentra relacionada con la idea anterior, pero es más íntima. El otro es único, en el sentido de que sólo sus atributos son los que pueden despertar ese sentimiento y a la vez me hace percibirme como el/la único/a.
Vocación de eternidad: el amor es para siempre, mientras dura. Esta característica es patognomónica, si no tiene vocación de eternidad podrá ser otro sentimiento, pero no, amor.

He mencionado algunos elementos que como estructuras de lo fáctico y del ser que se ponen en juego cuando se descubre un engaño y también, ciertas ideas que acompañan a la relación amorosa. Todo ello con la intención echar algo de luz sobre el estado de desconcierto y el colapso psicológico que envuelve al individuo y de ese modo, poder acompañar más eficazmente a una persona que sufre “un desengaño” amoroso.
¿Cómo es esto? Comencé hablando de un engaño amoroso, para concluir en el desengaño. Como si todo fuese “maia”, ilusión de los sentidos, que nos lleva como una cinta de Moëbius del engaño al desengaño.
Obviamente, no podré dar conclusiones definitivas, sólo algunos elementos, que nos permitan ver al ser que se debate en preguntas, que se repiten una y otra vez con el fin de encontrar sentido a su relación, si ya no con intención de futuro -al menos- como significado de un pasado, fragmento de vida, de su propia historia, en fin, de su identidad como ser amado y amante.

Libros que inspiran este blog

  • Actos de significado. Jerome Bruner
  • Actos del lenguaje. Rafel Echeverría
  • Coaching. El arte de soplar brasas. Leonardo Wolk
  • Coaching. El arte de soplar las brasas en acción. Leonardo Wolk
  • Cultura escrita y oralidad. David R. Olson y otros (comp)
  • El buho de Minerva. Rafael Echeverría
  • El orden del discurso. Michel Foucault
  • El sí-mismo en proceso. Vittorio Guidano
  • El tao de la física. Fritjof Capra
  • El yo saturado. Kenneth J. Gergen
  • Estudios y diálogos sobre la identidad personal. Giampiero Arciero
  • Fuentes del Yo. Charles Taylor
  • Heidegger y la cuestión del Tiempo. Francoise Dastur
  • Hermenéutica del sujeto. Michel Foucault
  • Historia y Narratividad. Paul Ricoeur
  • La construcción social de la realidad. Berger y Luckmann
  • La educación puerta de la cultura. Jerome Bruner
  • La mente narrativa. Juan Balbi
  • la quinta disciplina en la práctica. Peter Senge y otros
  • La quinta disciplina. Peter Senge y otros
  • La terapia como construccion social. Seila McNamee y otro
  • Los anormales. Michel Foulcault
  • Narrativas contadas, Narraciones vividas. Ricardo Ramos
  • Ontología del lenguaje. Rafael Echeverría
  • Pasos para una ecología de la mente. Gregory Bateson
  • Por la senda del pensar ontológico. Rafael Echeverría
  • Realidad mental y Mundos posibles. Jerome Bruner
  • Realidades conversacionales. John Shotter
  • Signo: Humberto Eco
  • Soñar la realidad. Lynn Segal
  • Teoría de la comunicación humana. Watzlawick y otros
  • Wittgenstein: Mundo y Lenguaje. Prades Celma y otro