Reconozco que el título es ambiguo como suele ser el tema cuando es tratado con ligereza y no tanto. La relación terapeuta-paciente es una modalidad afectada por muchas fantasías del imaginario popular. Sería mendaz negar que en muchas oportunidades algunas de esas relaciones han evolucionado del sentido terapéutico al erótico, sin embargo no creo que en número mayor al de otros tipos de vínculos como jefe-secretaria, médicos-enfermeras, etc. Es más, aunque no pueda avalar y sostener lo que digo por falta de estadísticas, como es obvio, se me ocurre pensar que quizás es infinitamente menor en el primer caso debido a motivos muy importantes:
En primer lugar el estudio de la transferencia y contratranferencia nos advierte de ese peligro y sus efectos negativos sobre el tratamiento del paciente, ya no sólo por la dificultad de buena evolución dado que la relación estaría viciada por la misma neurosis de transferencia sino por el antecedente de falta de confianza en otras futuras relaciones terapéuticas. En cuanto al profesional sería una de esas faltas máximas de la deontología, contra sí mismo, y mal vista por las instituciones que suelen representarlo como por sus propios colegas.
Lo cierto es que en el binomio la parte más vulnerable, en principio, se encuentra en el consultante que confiado ante determinado problema concurre al consultorio. Toda posible evolución se realizará a partir de la confianza que ambos depositen en la relación.
Bien pero ese no es el tema principal que quiero tratar aquí. Me gustaría determinar cuáles serían las condiciones mínimas y necesarias para ser un buen terapeuta más allá de lo dictaminado por las teorías pertinentes.
Por supuesto que la idea del sexo del terapeuta suele ser importantes. Las personas suelen elegir uno u otros sexos en función de con quienes piensan que se sentirían más cómodos o relajados para tratar temas que los desvelan. Además las cosmovisiones de género son diferentes.
Luego vendrán otros componentes que serán evaluados en diverso orden. El económico, es decir el honorario, suele ser determinante, quizás mucho más que el tipo de teoría que desarrolla el terapeuta.
Si bien es cierto que la cantidad de teorías y estilos serían casi imposibles de considerar profanamente, es cierto que los caminos son muy diferentes, aunque los buenos resultados -alrededor de un 30 %- se dice que se reparten entre los buenos representantes de todas las escuelas.
Como terapeuta me siento obligada ha escribir estos mensajes que se trasmiten de libro en libro, de boca en boca. Pero quiero olvidarme por un momento que tengo como interlocutor imaginario en mi escribir a otro colega,
De mis experiencias, rescato que prefiero:
*La no ortodoxia
Seguramente no debiera ejercer ninguna ortodoxia. Tiene que tener una teoría muy sabida pero absolutamente tiene que excederla. Su biblioteca tiene que ser amplísima. No debe estudiar psicología sólo de los libros específicos. Debe abordar al ser humano por todos los ángulos posibles. Filosofía, sociología, antropología, primatología, la mayor parte de los abordajes del lenguaje: ontología del lenguaje, hermenéutica, semiótica, etc. etc. Claro que tiene que poder sorprenderme, estoy cansada de las respuestas de molde, de esas que escribí al principio de esta nota. Tiene que saber que todo lo que hoy es episteme mañana puede ser subvertido.
*Amar el humor
Decididamente tiene que amar el humor, es tan deliciosamente desestructurante y terapéutico aprender a reírse de uno mismo.
*La voz orquesta para el alma
Es importante la voz, desde la forma de modular las palabras hasta el tono parejo envolvente sin ser monocorde. Es imposible llegar al alma con chillidos inarmónicos como orquesta desafinada.
*La comunicación
Está bueno que podamos hablar con cierta elocuencia para ser lo más precisos que podamos en lo que expresamos dado que estamos co-construyendo mundos posibles para mi propia vida. Aunque a veces las voces de la calle en su boca adquieren una dimensión mundana que nos saca de la torre de marfil y la asepsia del consultorio.
*Libertad
Es de suponer que si llego a terapia es porque algo no funciona y por lo tanto se impone un cambio. Pero ese cambio tiene una condición que la persona siga reconociéndose a sí misma y no llegar a convertirse en lo que el terapeuta dice que debe ser. Por lo tanto se agradece si reconoce que hay muchos puntos de vista y muchas éticas posibles.
*Abandono de personaje
Me gustan las relaciones transparentes, que abra la puerta y que sonría o esté serio pero que no se ponga la careta de terapeuta. Así será legítimo cuando me señale que yo me estoy poniendo alguna.
*Sensibilidad y calidez
Sensibilidad y calidez en una medida justa. Esa medida la aporta la misma relación y los códigos implicados.
*La sabiduría de no saber
Existe una exigencia en el desarrollo del rol que parece determinar que el terapeuta debe saberlo todo. Los seres humanos somos universos imposibles de abarcar. Estaría bueno que lo verbalizara cada tanto.
*Transparencia-Congruencia
Hay algo que ha quedado en todas las escuelas como resabio del psicoanálisis que es la total opacidad de la vida personal del psicoterapeuta dado que éste ha de funcionar como pantalla en blanco para las proyecciones del analizando. Si bien entiendo la importancia de resguardar la intimidad del terapeuta y proteger al paciente de los problemas personales de su terapeuta. Entiendo que en este tema es muy importante la transparencia no sólo de lo que hace sino de lo que es.
Esto puede parecer insólito, sin embargo los agentes de salud no siempre son transmisores de la misma.
Sus códigos de vida no deberían ser muy alejados de los del consultante, se corre el riesgo de iatrogenia.
*Definitivamente tiene que ser un artesano, un sastre a medida, su estilo tiene que conjugar con el ser único que soy. Mi medida es su teoría y no debiera ser que su teoría se convierta en mi lecho de Procusto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario